Cuando el agua se extiende
como una caricia, sobre el oscuro pavimento,
hay espejos de obsidiana y reflejos de luna,
que desde las farolas,
llenan de escamas doradas
las empedradas calles.
Una magia y un velado misterio
rodea el ambiente, y la imaginación vuela
entre las sábanas transparentes del viento.
Anochece y el paso de hace más grave
y pausado, mientras las voces se diluyen
en la lejanía,
como si en el café de media tarde,
se disolviera un terrón de azúcar
y toda la ternura, entre caricias.
Agua mansa, que empapa cada rincón
del alma.
Y el alma se torna pan reciente
en un tazón de leche caliente
o en ese beso que se entrega
envuelto en raso y amor,
formando un lazo con mis brazos,
cuando te estrecho
contra mi pecho incendiado .
Escrito en Junio 2018 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.