En los grandes almacenes, están vacíos
los estantes en los que se vendían
esperanzas a bajo coste, aunque nadie supo
como quitar el envoltorio que las cubría,
para evitar su oxidación.
El impulso emotivo, yace en el fondo
de un tubo de ansiolíticos y las mentes
se devanan en madejas, que ruedan
por calles húmedas y desiertas,
Se sustituyen las emociones conflictivas,
con implantes en el cerebro,
que envían descargas para controlar
al individuo.
Nadie es feliz, pero hay un control numérico
y exacto sobre los movimientos
que se generan y se reconducen,
cuando se hallan fuera del canon
establecido por el sistema,
para que sea perfecto.
Sin emoción, sin esperanza,
sólo una ruta trazada y un fin...
sobrevivir a una muerte en vida.
Escrito en Abril 2018 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.