No quiero besos como moneda de cambio,
ni esa palmadita de cumplido
sobre la espalda, si luego he de sentir
el frío acero de una traición,
de entre los que amé y dijeron amarme.
La peor muerte no es sentir la propia,
sino la de aquellos que mueren en ti
y desaparecen de tu escena.
Es triste, es una pena o falta de empatía
imaginar que te ofrecen un cuchillo
para trocear una tarta y compartir.
Lo has asido por la hoja y entonces...
tiran de él, cortando tus manos.
Creemos en la amistad hasta que nos hieren
y se derrumba el castillo de naipes,
que formaron el juego de vida entre personas.
Entonces, se agota la luz en su último destello
y el agua se evapora cuando ya
no nos quedan más lágrimas.
Escrito en Abril 2019 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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