No hay león tan fiero, que no se asuste
de nuestros miedos.
Se teme aquello que se intuye...
más que lo que vemos.
En esa densidad del ánimo retenido
en un helado suspiro o en esos ojos,
perdidos en una inmensa oscuridad,
surge nuestro temor, al no controlar
con nuestros sentidos, lo que pueda suceder,
viviendo en el sobresalto, ante esa sorpresa
de lo inesperado.
Quien vence el hormigueo que nace
de esa inquietud y mantiene sus nervios
con una estática impasibidad,
adelanta un paso, para que su subsconsciente
actúe en previsión de lo que queda oculto
a nuestra percepción.
El león llega a no temer y respetar
nuestra presencia. No nos ataca,
porque al vencer al miedo, derrotamos
a un enemigo común.
Escrito en Junio 2019 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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