He soplado sobre tu oído de virgen dormida
y el instinto me declaró tu ausencia.
Buscando una respuesta entre las espinas
de las rosas que te obsequié, no hallé
sino la sangre coagulada sobre sus ramas
y una sólida incomprensión, que me informó
de un corazón labrado en roca viva,
que llegó a ser fósil, por su inoperancia,
al detener todo latido emocional.
Mi mano hurgó entre cristales erguidos,
en miradas heladas y obtuvo en una redoma
de inexplicables conductas, el resultado
de unos oídos sellados por caracolas marinas
y cera de abeja.
A veces, la herrumbre del alma se produce,
por no cultivar la esencia de la miel furtiva
de la vida o la sal que solemos poner
en el aderezo de nuestras esperanzas.
Escrito en Mayo 2019 por Eduardo Luis Díaz Expósito."zuhaitz",
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