ante las mordeduras de plomo y el fuego
que sale en llamaradas, por las ventanas
de los edificios aún habitados.
Un golpe de sangre que apenas sorprende
a las inertes y cansadas piedras,
desgastadas por neumáticos y cadenas
de algunos vehículos militares.
Las manos están crispadas sobre un pecho,
que ha perdido la esperanza y en sus ojos
hay un negro vacío de libélulas muertas,
ya sin brillo en sus élitros.
Se mastica el temor a exponerse y caminar
entre la piel marchita de los cadáveres
amontonados.
Algunos lo llamarán conquista y liberación,
cambiando nombre y apellidos
a un declarado genocidio.
La historia tristemente se repite
y suenan campanas lejanas, que tratan
de despertar conciencias dormidas
o ensordecidas por el estruendo
de bombas y cañones.
Hoy, una vez más, el blanco plumaje
se tiñe de rojo y las aves dejaron de volar
entre el denso humo de las detonaciones.
Escrito en Marzo 2020 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.


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