Todo nace de una sepultura de tierra o carne,
bajo una lágrima o agua virginal, que genera
toda vida.
Un soplo infundido es el milagro, desde el cual
todo emerge y crece con las ansías
de alcanzar el cielo o el amor, acaso
esa nube que esconde todos los sueños
que no pudimos alcanzar.
Nuestros dedos, como ramas vivas,
se alargan y estiran al cielo o se recogen
en una hermanada unión de dos manos,
implorando que todo lo que hoy
nos parece imposible, mañana se encuentre
más cercano.
Oramos por necesidad y por temor,
sin pensar que tan sólo somos
granos de arena en el imbatible reloj,
que marca nuestro tiempo.
Tememos morir o no despertar. La vida es
un sueño efímero y hemos sido soñados,
para crear nuestra realidad, la que vivimos
y conocemos.
Habrá otro tiempo en otras vidas,
porque la vida cambia y se viste de tristezas
o alegrías, pero siempre permanece
en otras mentes, en otros sueños.
Escrito en Marzo 2020 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”


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