que al nacer se rompe en llanto,
dulcificado en el canto
por nuestra madre querida.
Ella busca la abundancia
con el amor y la entrega,
porque jamás se nos niega
sus cuidados en la infancia.
Y sufre por nuestros males,
poniendo todo su empeño,
aún siendo grande o pequeño,
lejos ya de los pañales.
La vida, haciéndola un guiño
y aunque crezcamos, sin duda,
en su amor nada se muda
y nos verá cómo un niño.
Porque al crecer en altura,
para ella es sólo un momento
y mantiene el sentimiento
de dar amor y ternura.
Escrito en Mayo 2020 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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