Gaia duerme durante los siglos
su ánimo ardiente, su alma de fuego
de estrellas.
Sus pechos rozan en cielo y en sus pezones
se ve el vapor de sus suspiros, que el viento
traslada a lo largo de la orografía
de su cuerpo.
Siente el dolor que el ser humano
le infringe con el fuego
de su descuidado poder y el cielo,
en complicidad con ella,
como eterno enamorado, llora
y la baña en lágrimas de lluvia,
causando un diluvio, para que vuelvan a brotar
sus verdes cabellos, formando las praderas.
Gaia es madre y acoge a los hijos
paridos en el dolor y recobrados
en la calma que la muerte otorga con su beso .
Gaia nos ama, a pesar del daño
y del olvido de los hombres que caminan
sobre las cenizas de sus propios cimientos.
Escrito en Agosto 2019 por Eduardo Luis Díaz Expósito."zuhaitz".
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