Por llenar la tripa, el cerdo devora
la mano que lo alimenta y se somete
a la suciedad en la que retoza,
en su mezquina existencia.
Nada tiene que pensar, tan sólo seguir
privado de su libertad, comer y engordar
hasta que el amo decide,
que el valor de su vida se resume,
a vivir devorando, para más tarde
ser también devorado.
Escrito en Diciembre 2017 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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