No me busques ya. Estoy en el ángulo oscuro
de la felicidad. Allí no puedes verme
y durante mucho tiempo
guardé las hojas tiernas, para beber
la frescura de las gotas de rocío.
Hay cierta calidez que logra que avance
el estado de madurez de las cosas,
hasta que todo atisbo de color
en los jóvenes tallos, quede extinto.
Entonces se apodera de ellos una gravedad,
que pesa sobre todo contenido
y extenúa la voluntad, hasta verla reducida
en un sueño que se marchita,
dejando sus amargas hojas en las cunetas
de los caminos.
Se secan bajo el sol todas las ilusiones
y nos quedamos inmóviles, esperando
las nuevas lluvias.
Tan sólo el sudor y las lágrimas,
delatan esa sed de agua fresca,
que no encontramos al acercarnos con temor
a buscarla en los pozos más oscuros
y profundos.
Escrito en Enero 2019 por Eduardo Luis Díaz Expósito."zuhaitz".
No hay comentarios:
Publicar un comentario