Hilos invisibles nos manejan,
mientras se van cayendo las hojas
del almanaque y sentimos el tiempo
como una enfermedad pasajera,
que se lleva todo cuanto fuimos.
Las moscas picotean los restos
de un pasado que se fue raudo
y se advierte cierto hedor, en un presente
que nada quiere saber
de cuanto se queda atrás.
Los cadáveres forman los estratos fósiles
del pavimento que pisamos en calles
y avenidas, entre las nostalgias
en luz mortecina y esa tristeza de cielo gris,
con lluvia fría, finamente derramada
y formando el espejo oscuro
en el que nadie se atreve a contemplarse
Escrito en Enero 2019 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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