Las colinas respiran todos los suspiros,
que los vientos trasladan de un lugar a otro.
Sus ojos son las oquedades en la roca,
que sigilosamente escudriñan a las gentes
moradoras de los valles.
Allí es donde inician el recorrido inexacto,
que trazan para hallar la estabilidad
y la felicidad en sus vidas.
Las colinas escuchan las voces terribles
de las tormentas y recuerdan al ser humano,
que el cielo contiene todas las respuestas
que los dioses no revelan, por temor
a una posible rebelión contra su naturaleza
y deidad.
Las colinas son ventanas que se abren
entre las nubes y acarician con suave tacto
la pupila azul del cielo.
Escrito en Septiembre 2019 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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