La lluvia desbroza los cabellos del viento
y hay una última brizna de luz,
que de la hoguera de los anhelos extraviados,
se prende en la diadema que el sol presta
a la albura del horizonte.
Hay un aceite limpio y brillante,
que hierve bajo el calor sobre las piedras
que retienen el tiempo en su cuerpo
estático e indemne.
El viento tañe el arpa mística del bosque
y suena su voz entre los árboles.
A la memoria me vienen
las imágenes infantiles, en una nebulosa
de velados recuerdos.
Repiquetea la lluvia en los cristales,
mellando sus uñas de frío granizo
o profunda lágrima invernal
de soledades rescatadas de la tristeza.
La llamas que arden en el tronco de mi hogar,
me miran iracundas,
devoradoras de la angustia y la frialdad
que satura las habitaciones vacías
y las llena de un calor de amable
cuerpo leñoso, tan viejo como sabio.
Entonces afloran en mi mente
las flores del otoño y sus colores dan vida
y sentido a las páginas que amarillean
por mi melancolía.
Ahora me recobro y mi alma huele a hogar,
lleno de abrazos y sonidos de celofán
de colores, que enmascaran
mi más preciado regalo...
SER Y SENTIRME EN CASA.
Escrito en Septiembre 2019 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz “.
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