Me enfrento con la maldad
en estos tiempos oscuros,
soy el azote y verdugo,
defensor de la verdad.
Me acusan de crueldad,
para obtener testimonio
de quien adora al demonio
y es sólo por dignidad.
Porque la trémula carne
ni miente, se calla o duda,
si se aplica la tortura
hasta que el cuerpo descarne.
El diablo en su cobardía
abandona al servidor,
aterrado ante el dolor
de quien tan fiel le servía.
No soy un torturador,
soy guardián de la virtud,
es mi credo y mi actitud,
yo soy el inquisidor.
Mi fama es exagerada
ante un temor por sentido,
sin duda reconocido.
Soy Tomás de Torquemada.
Fui de reyes, confesor,
perseguidor de judíos,
que por fe y a juicio mío,
nunca les tuve temor.
Combatí la brujería
y en nombre de Dios, por cierto,
prefiero al hereje muerto,
que sufrir sus fechorías.
El fuego es gran hacedor
de milagros al impío
¡Muera así el macho cabrío
en el fuego abrasador!.
¡Si el alma no dignifica
a Dios sobre las alturas,
procédase a la tortura,
que en llamas se purifica!.
Escrito en Enero 2018 por Eduardo Luis Diaz Expósito.”zuhaitz”.
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