Se hace el frío en una mortal transparencia,
que esconde cristales y aristas,
tan punzantes, como los malos recuerdos,
que se ocultan en nuestras peores pesadillas.
Cuando se produce el deshielo
de un corazón doliente, la lágrima
busca un surco en el rostro, para escapar
de la prisión del alma.
Alma en un intangible modo, que sin embargo
duele como el filo de una ausencia
o sobrepasa los límites del gozo
y explota en una fugaz carcajada.
El exorcismo consiste en creer
que nada afecta a nuestra carne,
porque el hueso es la estructura
que la sujeta y protege, sin embargo
hay un temblor o agitación en nuestro interior,
que sacude desde la piel a la entraña misma
y a lo más profundo de nuestra carne.
Vuelan los suspiros entre los despojos
de nuestras antiguas fortalezas
y el espíritu merma en nubes de lluvia
o penas, que no conseguimos
guardar en nuestros bolsillos,
porque ya no caben.
Nuestras manos crispadas ocupan
todo su espacio, cerrándose
en puños temblorosos.
Escrito en Enero 2018 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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