de un relámpago. El agua copiosamente
deshace el barro de la tierra y se filtra,
descendiendo hasta el útero sombrío
de sus profundidades, donde las raíces
de los árboles, nutren y alimentan sus troncos,
haciendo que crezcan sus copas, que miran
desafiantes al cielo.
No podemos alterar su poder,
que como un martillo inmisericorde,
golpea durante las tormentas los desnudos
campos.
No podemos frenar la furia
de un mar embravecido, ni detener al viento
durante la vorágine de un enojado tornado.
Hemos olvidado el sagrado oficio de respetar
a los elementos que vagan por el mundo
de la mano de la Naturaleza.
Somos el resultado de nuestra codicia,
al caer estrepitosamente entre los dedos
de unos dioses, que aprietan sus manos
y nos deshacen sin esfuerzo, por nuestra
inflexible arrogancia.
Escrito en Febrero 2023 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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