que se baten al viento,
en un horizonte crepuscular .
El adviento retrasa sus últimas
luces de invierno y un suspiro helado
se extiende sobre los valles,
que pronuncian el eco de las nevadas cimas.
Insomne, el sol perece, y en su letargo
hay un poniente de brazos en abandono,
durante una liturgia que reza silencios
en la noche.
La memoria agrede con barbitúricas fantasías
de enloquecidos gritos de júbilo,
que se ahogan en el licor de unos besos...
a la inestable capa desprendida
desde un juicio no contemplado.
Es entonces, cuando sobre un mar
de rumores, se mide la inexactitud
del tiempo o su demora.
Todo es calma sobre un papel secante,
que absorbe las ausencias,
y mientras se marchitan los párpados,
se descubren nuevos horizontes
en las sonrisas esbozadas.
Es invierno y la nieve cubre todos los pesares,
bajo su capa de armiño.
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