donde se disuelven nuestros sueños,
porque agitamos con la cucharilla,
todos nuestros momentos, en vez
de disfrutarlos.
Pensamos por nuestra agitación,
endulzar más rápidamente nuestra vida,
pero el azúcar está en el fondo de la taza
y debemos profundizar, para apreciar
el sabor de cada instante.
Se enfría el contenido, si dejamos pasar
nuestra vida, como ave fugitiva, sin advertirlo
y si la apuramos de un trago,
nos quema el paladar, impidiéndonos
disfrutar de su aromas.
Nos movemos dentro de una taza de café
y nuestra vida es tan sólo un puzzle
hecho de encuentros, bajo el enigma
de un oscuro café, que a veces
acompañamos con alguna nubes
blancas de pura leche.
Sólo los labios más sensibles y los paladares
más exquisitos, aprecian el café
en su tiempo justo y a idónea temperatura,
recorriendo el cielo de la boca,
para recrear el cielo que esperamos.
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