de lo simple, sublimado por el impulso
de la belleza.
La belleza no está en lo mostrado, sino
en la disposición de la aceptación
y comprensión de todos los sentimientos
llevados a la máxima expresión.
El principio de lo maravilloso, no está
en la búsqueda racional, sino
en la experimentación de la vibración
producida por la emoción que produce
el éxtasis contemplativo de la belleza.
La belleza no es la emisión del principio
armónico, sino la armonía
que va extendiéndose en la contemplación.
Beber cada sonido, imagen o sensación táctil,
con los cuales, los sentidos van creciendo
en una álgida ola de sensaciones,
que se impregnan en el alma y nos hace
superar la mortalidad inherente
en el ser humano.
La inmortalidad está en la obra que roza
con sus alas la percepción de la belleza,
que perdura en su transmisión
y siempre es capaz de emocionarnos.
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