no tendría mi pecado remisión,
pues el cielo que se alcanza en la ilusión,
pronto haría que perdiera la cabeza.
Y si acaso, la belleza en mi camino
me obsequiará con el don de la videncia,
no hallaría explicación a mi experiencia,
ni a los hados que conforman mi destino.
Me presiento en la belleza, enamorado,
pues me aleja de la angustia y todo mal,
aunque sople fuertemente un vendaval,
es mi sol, que disuelve lo nublado.
No es capricho en la vacía vanidad,
algo brota de la entraña, y la belleza
se prodiga por toda naturaleza,
como luz que manifiesta su verdad.
Es la forja, donde nacen y se templan
las virtudes de un milagro, que es mostrado,
pues tan bello es el motivo, si observado
le deslumbra a los ojos que contemplan.
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