a quien vive privando la vida,
sin que pueda afectarle su herida,
ni ese mal que en su juicio se empaña.
Maldigo al poder que atenaza
libertades que son, por derecho,
una cima, al bajar nuestro techo
con las leyes que son nuestra mordaza.
Que nos cierran las boca y los cauces
de palabras, que buscan mostrarse,
sin tener que por ello, postrarse
para no sucumbir a sus fauces.
Yo maldigo las falsas promesas
en las mesas de las elecciones
y maldigo las proposiciones
que clausuran y cierran empresas.
Yo maldigo a toda impostura
que se aleje de un sano criterio
y abre tumbas en el cementerio,
esperando nuestra sepultura .
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