no provienen del más puro corazón,
es más bien por el temor y sinrazón
que del miedo en el castigo se alimenta.
El temor por un infierno declarado,
la tortura por eterna, es infinita
y a las almas temerosas, les suscita
pagarés en un cielo hipotecado.
Se nos muestra un sólo Dios, muy vengativo,
que nos tiene por temor, sobrecogidos
al negarnos paraísos prometidos
y pretende sumisión, por más motivo.
Yo propongo, si al pensar por uno mismo,
ese cielo que buscamos se nos niega,
renunciemos a la fe, si ésta nos ciega
la razón, aunque se roce el ateísmo.
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