perdió sus frutos, el deseo descendió,
con forma la serpiente,
envenenando el instinto
e hizo del placer, una insaciable necesidad,
que se llegó a convertir en un pernicioso vicio.
El cuerpo débilmente adolecido, se agita
como un mar violento
de espermáticas espumas y se sacude
las arenas del tiempo y de la edad,
varándose en la playa, donde mueren
todos los impulsos juveniles, cuando el deseo
amaina, como tormenta pasajera
en un día de verano.
Escrito en Abril 2022 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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