Si se deshilacharan las nubes,
con la prontitud de un rayo.
Entonces, la vastedad del infinito
se nos antojaría reciente y nueva,
abierta hacia un sobrecogedor abismo,
suspendido sobre si mismo, hacia arriba.
El temor sería esa notoriedad de sumergirse
en el azul, sin agua, sin aire, hasta hallar
la plena oscuridad y el frío absoluto.
Sentir que una enorme pupila crece
y se ensancha constantemente, arrastrando
y devorando en su seno
todas las órbitas celestes.
Allá, donde no caben las preguntas
y se ahogan los temores,
porque en la incertidumbre, moran
todos los dioses que hemos creado,
para tener un motivo de fe y así vencer
nuestro miedo a la soledad.
Mas, ¡ Ay ! La tremenda profundidad
de la nada, los abismos donde la razón
no llega a alcanzar un solo atisbo
de entendimiento y divaga en la inmensidad
de una negritud absoluta, que ni siquiera
un párpado cerrado puede recrear.
Un último aliento y el cierre del ansia
en una vida, que no es más que una espera
entre dos luces a través del tiempo,
para formar nuestra historia, una historia
que se perderá, sumida en las profundidades
de una nada, que no comprendemos,
porque no podemos nombrar aquello
que no conforme la realidad
que hemos creado y en la cual vivimos
un sueño imaginario.
Escrito en Abril 2022 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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