anclado en un mar de fuego,
que consume la razón,
mordiendo el cebo que está clavado
en el anzuelo de una interrogación .
Un metro medido con vara quebrada
y un peso latente de harina, para el alma,
mezclado con vinagre y sudor,
antiguos, como nuestros pies,
precursores de nuestros pasos.
Las hojas del laurel se marchitaron,
con los días de gloria,
los himnos de victoria
de los lamentos.
Uniformes con olor a naftalina y
agrios rencores que traspasan
el equilibrio de la emergencia,
sin motivo que el miedo
a sentir miedo,
asustados del sonido de nuestras propias pisadas,
en el silencio.
Somos una intención,
cuerpo de humo que se desvanece,
el peso de nuestros sueños,
es mayor, que el espacio que ocupan
nuestras realidades.
Escrito en Junio 2016 por Eduardo Luis Díaz Expósito."Zuhaitz".
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