y un caudal de agua imprevista,
se derrama como lengua, para calmar
esa avidez que nace de una constante
sed volcánica.
Atenaza el viento, la incómoda versión
de una estática lasitud, pronunciada
hacia los serenos valles, y entre algodones
se balancea el sol, sacudiendo la pereza
de una mañana átona y sin brillo.
Se amalgaman el agua y el limo
desde las vertientes, antes vertiginosas
y ahora, densas y proyectadas
en un detenimiento intacto en la memoria.
Todo movimiento estático, simula
una calma fingida, que escapa de la cinética
del movimiento continuo y genera
una dura espera, entre las paredes del ánimo
y la voluntad inequívoca de volver
a proyectarnos hacia un infinito
incierto e inconcluso.
Escrito en Marzo 2022 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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