en nervios, que se extienden
sobre un cuerpo de ébano celeste.
Se abren los ojos, los cielos y las lágrimas prendidas en las nubes,
descienden sobre la tierra vencida
por los calores estivales.
Un estruendo de tambores lejanos,
acompañan cada destello de luz,
en una celebración de agua para
una insaciable sed.
Escrito en Mayo 2017 por Eduardo Luis Díaz Expósito."zuhaitz".
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