penetran en el torrente sanguíneo
y cortan el flujo de oxígeno
hacia los pulmones.
El fuego se alimenta de oxígeno y produce
la cremación de los deseos, cuando estalla
la burbuja que los contiene.
Nada que sea dulce, puede evitar
su oxidación, produciendo el alcohol
que neutraliza la mente, en una neurosis
de vocablos desordenados e inertes,
que sucumben por su torpeza,
en una enajenación sin precedentes.
El sabor de la vida lleva la sal del mar,
en la sangre; el olor a salitre en el sudor
que cubre las frentes temerosas
y el rugoso tacto de todo cuanto
se marchita bajo el sello de la inconsciencia.
Escrito en Junio 2021 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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