de mi pecho o en la cúspide de mis sienes.
Galopa sin bridas, libre y a la vez…
prisionero en la pasión y en las emociones.
Pálpito que despierta en el letargo de la noche,
con un brote de carmín, en sangre viva y pura.
Río acaso, que a las venas oscureces
bajo la lívida piel.
Dorado impulso que estalla en el hálito
y recorre el atabal de mi cuerpo,
bajo una caja de huesos, que celosamente
resguarda una vida que se encierra
en el misterio del amor y la muerte.
¡Ah, corazón! Furtivo cazador de esperanzas,
en desveladas noches, en que la eternidad
hace un guiño de estrellas rutilantes
y el tiempo parece detenerse.
Que no así el corazón, incansable viajero
que marca un compás tras otro,
en un camino de vida y experiencia.
Amar, sufrir, odiar o tal vez morir en su cese,
cuando ya no quede nada que recamar
con su latido y la vida juegue a esconderse
en las brumas de un tiempo que se agota
y duerme en el lecho frío y húmedo
de la tierra.
Escrito en Junio 2021 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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