al viento.
Las ramas de los árboles eran crujidos
o lamentos ateridos bajo la nieve.
Se detuvo el tiempo, porque los relojes
perdieron sus agujas entre carámbanos
de hielo, mientras una leve promesa
de calor, asomó tímidamente
con un rayo de sol,
tan famélico como discreto.
Habían adelgazado todos los colores,
perdiendo sus tonalidades, bajo el gris
de las pesadas nubes y la ligereza
del blanco que había descendido
desde las cumbres, para vestir de armiño
aquel pequeño pueblo de montaña.
Escrito en Junio 2021 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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