mientras las llamas de las hogueras
trataban de lamer el aire
con sus largas lenguas.
La noche era un anillo de brillantes estrellas
y todo giraba en torno al espejo oscuro
del río.
Desde los árboles mudos
descendían líquenes, con esa tristeza
que rezuma una melancolía que se prolonga
en largos filamentos o callados lamentos,
para no despertar a los espíritus durmientes.
Se hizo el silencio en los manglares
y las ramas más viejas de los árboles,
quedaron sumergidas en las aguas del olvido.
No quedaron visibles las lágrimas,
ya que fueron sumergidas en sus aguas
y de nuevo, el viento ululaba con voz aguda,
al tiempo que la Luna, matizaba las sombras,
espectralmente largas, interminables,
sobre una noche eterna, en la espera
de la luz de amanecer que pueda esclarecer
todos sus misterios.
Escrito en Julio 2021 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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