con un pincel de cálidas ternuras,
que muda la luz en sus posturas,
sobre un lecho de flores, que no nombra.
La llama encendida y ardorosa,
al pábilo le presta nueva vida
y en toda su expresión, será sentida,
como el color innato de la rosa.
Llama de la pasión, que acaso quema,
cuando por su caricia, se derrama
la cera derretida, que se inflama
en una tentación, casi blasfema.
El tacto de la piel, en poro abierto,
galopa en un pulso desmedido,
pues por amor, su cuerpo se ha perdido,
candente, en las arenas del desierto.
No me importa morir, porque al amar,
el cuerpo se renueva en su ascensión
y el alma ha de hallar resurrección
pudiendo así su llama reavivar.
Escrito en Julio 2021 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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