de amianto y no teme quemarse en el fuego,
porque ignora que ya está ardiendo
entre el boscaje mentido, de su infausta
imaginación.
Que el verde tono de la hoja, no es amianto,
sino una vida muda, antes clorofilada
y ahora seca, como un voz afónica,
que al murmullo del río exaspera.
Que ahora se va agotando el aire,
bajo la llama insomne de la ira fugaz
del fuego.
Un hombre camina desnudo entre espinas
y abrojos que hieren sus carnes,
pero no lo percibe.
No aún, porque sumido en su inconsciencia,
cree que su latido produce
la sangre necesaria para subsistir.
Sin una queja, camina y abraza en el aire,
las últimas constancias, antes de descender
a un mortal letargo que va devanándose
sobre su existencia y se enreda en su razón,
marchitando el último aliento exhalado,
antes de que el perfume de la vida,
se extienda sobre un campo yerto
y el olvido rubrique su presencia,
antes de desaparecer por completo.
Escrito en Octubre 2022 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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