Se crispan en marejadas de desolación
y se agitan cuando hay mar de fondo
en mi alma.
Advierto un sabor salobre en mi paladar
y duelen mis sienes, como viento herido
de otoño, que cae sobre la hierba mansa
arrebatando un obligado saludo, al inclinarse
ante sus suspiros.
Hoy la soledad me roba un tiempo, no sé
si de felicidad o de inconsciente pálpito
en la ilusión.
Me muerde la nostalgia en las noches,
en que retorno hacia mi mismo
e intento volar sin alas, aún estrellándome
una y otra vez contra el vacío.
Escucho voces perdidas o ecos
que han perdido el almíbar de su constancia
y reflexiono sobre mis aciertos y mis errores.
Corto el sedal que me une a esa profundidad
en que me voy perdiendo e imagino
que mi fuerza radica en mi palabra.
Mi voz no la escuchan aquellos
que divagan errantes y arrastran con sus pies,
la herrumbre de los días cotidianos
y aburridos.
Creo que tendré que atar los cordones
de mis zapatos para no tropezar,
ya que llevo en mi mochila, todo el peso
de mi vida.
Escrito en Septiembre 2021 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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