que se transforma en sonido.
El amargo sabor del silencio, dulcificado
con notas de voz o trinos, murmullos
o acaso, ecos que rebotan en el vacío,
llenando las ausencias
con una armónica presencia.
La exactitud premonitoria entre el silencio
y el sonido, en pugna para establecer
un ritmo, una cadencia que dance al compás
de la ingente y manifiesta vida.
Exultante, calmada o agresiva a veces,
como un mar que emerge hasta los cielos,
para atrapar las gotas de lluvia y rescatarlas
en su oceánica presencia.
Gotas, notas que golpean musicalmente
el atabal dormido de la tierra,
para que todos sus seres dancen
celebrando la vida.
Escrito en Septiembre 2021 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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