gotea lágrimas de tristes recuerdos,
deshechos en jirones de estrellas, que un día
se clavaron en mi alma.
Sólo la muerte agradece el olvido
sobre un lecho húmedo, y el musgo
apacigua el febril impacto que queda
sobre las heridas, aún sin cicatrizar.
Las heridas del alma, siempre permanecen
abiertas, como ríos que fluyen
con sus gélidas aguas, sobre la piel caliente
de un cuerpo, que trata de dormir y mecerse
en un imposible olvido.
Regresan a veces, imágenes vivas, en una
constante tortura, sobre una conciencia
que hilvana todos los errores cometidos,
en nombre del amor o la mala interpretación
del mismo.
Cuando se ama, se pierde la razón
y solamente, en el silencio de la soledad,
encontramos refugio.
Escrito en Enero 2022 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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