se va extendiendo a lo largo de todos
nuestros días.
Se va creciendo sin predecirlo y tal vez,
como tallos carentes de la savia necesaria,
nos vamos secando y haciéndonos
más recios e irreflexivos.
Nuestros ojos se van endureciendo
en la tristeza y no llegamos a alcanzar
a ver, esa dimensión de aquellos sueños,
que habitaban en nuestra imaginación.
Se apodera de nosotros, un sopor azul,
gris y marchito, que ensombrece la lucidez
de todos nuestros deseos y el brillo
de esa ilusión, que arrastrábamos
en una caja de zapatos.
Negar el cielo, sin levantar la vista,
sería como claudicar la esperanza
en una meta, sin haber dado
el paso necesario, para salir de nuestra
concha de ostracismo, que limita
la visión de nuestro horizonte y corta al sesgo
las venas que transportan la sangre caliente,
con la que nos armábamos de valor,
para desempeñar todas nuestras aspiraciones,
caminando entre nubes y atrapando
su dulce algodón,
entre nuestros dientes infantiles.
Escrito en Junio 2022 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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