que va emergiendo hasta alcanzar
la cúspide del cielo.
Bajo tus cejas, dos astros refulgentes
orbitan en la noche eterna de tus pupilas.
Tu voz es esa música infinita de agua,
del joven arroyo que canta enamorando
al silencio, con esa promiscuidad
de la caricia descuidada, que deja
un recuerdo de musgo sobre la piedra.
Amo el vertiginoso descenso de tu vientre
hacia tus caderas y esa pronunciada curva,
que como río caudaloso recorre tu piel,
hasta llegar hasta un pronunciado delta
de alga viva y secretos manglares.
Escrito en Septiembre 2022 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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