surgían, como espumosas burbujas
de champán.
Amaban el silencio en la penumbra y sus ojos
brillaban de deseo al compás de suspiros
extasiados.
Sorprendidos por el amanecer, sus cuerpos
descansaban tras el jadeo, bañados en gemas
de sudor y aromas intensos
de sexo pronunciado y recamado al borde
mismo de una frágil e inequívoca locura.
Desmembrando las horas, yacentes
y estáticos, los amantes regresaron
a la soledad de sus cuerpos y se separaron
un instante, para un reencuentro
en el íntimo abrazo, que nace de los sueños.
Durmieron en un tiempo detenido en las horas
y volvieron a enjuagar sus bocas
en los dulces besos.
El alba se tiñó de rosa y naranja, mientras
el sol ascendía como un saludo, asomando
por el horizonte.
Se amaban, si y sus cuerpos formaban
una densidad tan profunda, como una intensa
noche de amor.
Escrito en Septiembre 2022 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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