En otros mares, en otras tierras, donde el alma
encuentre su reposo.
En ese lugar, cuyas cenizas no queden
esparcidas por el viento.
Donde un susurro lleve la dulce presencia
de la brisa y podamos hacer un nido,
con las plumas sobrantes de nuestro
último vuelo.
Hallaremos la paz deseada, al emerger
desde el fondo de nuestra alma, salvando
escollos y arrecifes.
Cuando las distancias entre nosotros
se acorten con un abrazo o cuando
a una lágrima se la conceda más valor,
que a un diamante o a una perla.
Cuando nos libremos de aquello que impida
que la vida sea luz y dejemos de pensar
en la muerte, como la redención ante
el inevitable dolor que nos produce
vivir intensamente.
Escrito en Mayo por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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