Se van perdiendo algunas monedas pequeñas
en los bolsillos rotos.
Caen las migajas del pan al suelo,
desde las mesas vacías y sentimos
que aún falta algo para saciarnos.
Vemos algunos frutos
que suben hacia el cielo,
apoyados en las ramas que los impulsa,
como un dedo amable.
En la fatiga del crecimiento, maduran
para volver de nuevo a la tierra,
a su origen de semilla pequeña y grácil,
con sueños que fueron creciendo y
alcanzando metas, desde el tronco,
que sujetaba su fragilidad.
Vientos cálidos vienen a madurar
su esférico cuerpo o tal vez dedo alargado
desde una mano, racimo o acaso,
dulces lágrimas en bayas,
que dejan su huella roja en el camino
que espera su beso descendido,
desde el árbol que lo engendró
hasta sus raíces en la tierra.
Escrito en Octubre 2017 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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