Álgida, la nota se eleva a poblar firmamentos
y recamar con su voz, el brillo de las estrellas.
Dunas en la sintonía, que conforman
un oleaje de ondas sonoras, en un cromatismo
que muestra el instrumento o la voz,
que navegan en el el aire, como peces
de escamas plateadas con brillos
que tamizan y visten todos los vacíos
de raso.
Los oídos perciben la belleza
en la caricia sónica o estruendo
que desbasta el silencio con voz encendida
o la suspensión de un acorde flotando.
Amanecer o tal vez, rotundidad que cae
en un abismo descendente,
para resucitar de nuevo
con el brillo de una nota,
que hiere con su agudeza
el claroscuro de un cielo, que surge
desde el atrio de la mudez
hasta la dicotomía del ámbito musical.
Escrito en Octubre 2017 por Eduardo Luis Diaz Expósito.”zuhaitz”.
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