No es la paloma quien trae la paz,
no son los símbolos los que determinan
el crecimiento de la voluntad humana,
para una conciliación consigo mismo
y con sus semejantes.
No es el labio que huye del encuentro
con el agua, el que mitiga la sed, sino
quien alza sus ojos y sabe esperar
las gotas de lluvia.
No es la avidez, la que calma
el nervioso impulso, sino ese retorno sin prisas
al cauce del río, que comienza en un lecho
de rocas u hondonada, donde el agua
se reserva, para iniciar su largo camino
hacia el mar.
Nada de apóstrofes, ni signos de puntuación
para recamar tus pensamientos, sino la voz
que nace en el cuenco de tu boca y como río
de profundo caudal, discurre recogiendo
los ramajes de una filosofía,
que va apareciendo en su largo recorrido,
como lluvia abundante de copiosas gotas,
que vagan sobre las profundas arterias,
de una tierra que va bebiendo del cielo,
cada una de sus bendiciones.
Escrito en Noviembre 2022 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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