y cadencias al ritmo de nuestros pasos.
Escalamos con diferentes tesituras de voz, un cromatismo idéntico
al iris de nuestros ojos.
Sobre la vencida niebla en la espesura
nívea, hallamos la cima
de los duros senos o vértices,
donde pierden su nombre los suspiros,
pues por imperativo, la emoción roza
los cielos y en la boca se produce
una similitud de arco celeste,
durante el asombro.
La voz cede ante un silencio narrado
y expresado con el cuerpo, donde
el lugar es un marco incomparable
y no admite distracción.
Ponemos colores en el silencio,
cuando absortos en la mudez,
nuestro cuerpo expresa
desde el balcón de los ojos, lo que la boca guarda en secreto, para no alterar
una perfecta armonía.
Escrito en Junio 2017 por Eduardo Luis Diaz Expósito."zuhaitz".
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