furtivos, el viento separa la carne de asfalto, de los márgenes de las acequias.
El sonido es tremolado y el temor
es el eco que repiten las campanas
al caer el día.
La rotunda alegría es un cuarto creciente
o un vaso rebosante de leche y miel
en la dicha.
Las sombras se disipan en los rincones
y hasta donde no parece alcanzar la luz,
se borra toda la tristeza adherida,
recobrando la confianza en el intento
de ser yo mismo, sin nada que cubra
mi rostro o la alegría que siento de vivir
y sentirme vivo.
Escrito en Junio 2017 por Eduardo Luis Díaz Expósito."zuhaitz".
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