Somos como botellas o pequeños recipientes,
cuyo contenido puede variar con el ánimo
que lleguemos a atesorar en nuestra alma.
La sonrisa estira el cauce de la vida,
para que la alegría fluya libremente
y preñe de color las zonas más oscuras
de lo que cotidianamente surge
en nuestro tiempo.
Bañémonos en la luz de la alegría
y esbocemos una plácida sonrisa, repartiendo
con ella, una buena disposición, para hacer
de nuestro mundo, un lugar más confortable.
Podemos crecer y sin embargo cultivar
esa inocente sonrisa que en nuestra niñez,
ponía alas a nuestra imaginación y hacía
que cualquier situación, fuera un milagro,
tan incomprensible, como bello.
Escrito en Noviembre 2021 por Eduardo Luis Díaz Expósito. “zuhaitz”.
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