la tierra está reseca y le reclama,
sumida es su aridez de angosta llama,
un sorbo de agua fresca o fría nieve.
El cielo en su piedad, derrama el llanto
y no es su frialdad, la que prospera,
el agua cae sobre la sementera,
su voz es bendecida con un canto.
Un trueno y un relámpago es preciso
y anuncia una tormenta que. Iracunda,
en toda vastedad, luego la inunda,
en dicha tempestad, sin previo aviso.
El ruego de la tierra fue escuchado,
el campo nuevamente ha florecido
y vuelve a palpitar en su latido,
con un nuevo frescor, por renovado.
El cielo por piedad, asume y llora,
sobre una tierra inerme y fertiliza
su agrio corazón y se entroniza
un ruego por su sed, que así se implora.
La tierra, que antes era un mineral,
sediento y apocado en su amargura,
de nuevo resucita, por ventura,
tornándose en vergel, su triste erial.
Escrito en Febrero 2025 por Eduardo Luis Díaz Expósito.“zuhaitz”.
© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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