sábado, 8 de marzo de 2025

El mimetismo de la roca.

En la espesura de la inmensa selva, 
la desvalida roca se viste de musgo, 
mimetizándose con el entorno.
Las semillas ruedan entre las raíces expuestas 
sobre su césped, alimentando a las aves
peregrinas y los árboles permanecen 
estáticos, escuchando el rumor del viento.


La tierra nutre el verdor de las selvas esmeraldas,
 que se abren únicamente 
hacia los brazos fluviales de los torrentes,
que se precipitan en cascadas, para caer 
en su desmayado cauce, en el remanso 
de un rio, cuya locura se aplaca 
en el estruendo de sus rápidos.


La roca conoce la humedad de la clorofilada
existencia en el deshielo, cuando el invierno 
cae agotado bajo los rayos del sol primaveral.
También conoce el esmerilado pulido del agua,
que rie y huye a tierras lejanas,
hacia su encuentro con la mar.


Nada es estático, ni ajeno a la belleza prístina
que, en la naturaleza nos colma de verdor 
o de las cristalinas constancias, que atrapan 
las caricias del sol.


Escrito en Marzo 2025 por Eduardo Luis Díaz Expósito.“zuhaitz”.

© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.



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