con la calidez del roce de astros,
que establecen dos cuerpos puros
en su desnudez, sin abalorios, ni secretos
que ocultar.
En el ejercicio del acercamiento
de dos órbitas, que convergen
en un mismo espacio,
existe una radiante ternura, que ejerce
una atracción tan maravillosa que,
un horizonte es el labio que aproxima
una boca hacia otra, para sellar el amor
en el estruendo de un beso.
En esa ruptura del silencio,
se encuentran notas en suspensión, flotando
en una armonía celestial, que el alma recibe
a través de los oídos.
La noche cruje bajo las estrellas,
en esa ausencia de luz hiriente y deja un lugar
privilegiado al tímido fulgor, que va creciendo
en la piel acariciada.
Escrito en Marzo 2025 por Eduardo Luis Díaz Expósito.“zuhaitz”.
© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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